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La trilogía oscura de MUCC

Hace veinte años, MUCC sacó Homura Uta, el primero de tres discos, Zekuu y Kuchiki no Tou, en los que los japoneses supieron mezclar influencias nacionales y nu metal en una espiral cada vez más oscura.


Homura Uta

Un año después de Tsuuzetsu, su album debut, MUCC sacó Homura Uta (Canción funeraria). Tras la introducción, Zetsubou (Desesperación) da inicio a ese disco en el que el cuarteto presenta un sonido, si no más oscuro, más pesado que en el anterior, con un bajo parecido al de Korn. Todos murieron. Todo se ha dispersado en pedazos.



En un tema como Shiawase no Shuuchaku, al igual que Uso de Yugamu Shinzou y Mae E, a pesar de tener una guitarra bastante funky, nos adentramos en los pasillos sin luz de una casa vacía, en la que sólo viven recuerdos olvidaos. En esos momentos, MUCC evoca la felicidad de la niñez a la que nunca se podrá regresar, una luz lejana que no calienta y de la que solo percibimos el brillo.


A veces, esa luz se apaga del todo, como en Kimi ni Sachi Are o en Zutazuta, canciones cuyo tempo lento aumenta la sensación de agobio, de pesadez, y que ni siquiera Kaeranu Hito, tema casi acustico, alivia, de lo triste que es.


Zekuu


El tercer disco retoma el estilo de la banda, sino que más pesado aún, y basta con escuchar Bouzenjishitsu para darse cuenta de ello. Donde MUCC destaca es en sus dinámicas. No cae en el tocar puras notas graves y riffs a lo bruto, sino que conserva esa vibra funky para contrastar con los momentos más oscuros. Y cuando ya se van a lo máximo, nos llegan a sorprender, como en el clímax de la experimental Futashin no Koe.


La banda va variando, como cuando empieza 1979 (año de nacimiento de sus miembros) con su sonido jazzy, o con el rock melancólico de Kono Sen to Sora, seguida por 9gatsu 3ka no Kokuin y su mezcla entre arpegio de guitarra y la voz de Tatsurou.



Zekuu hubiera podido marcar el final de la banda por las tensiones entre sus miembros. Sin embargo, no fue así. Y menos mal, porque, en dado caso, nos hubiéramos quedado sin la joya que es...


Kuchiki no To

Con este cuarto disco, los japoneses nos dan su último disco donde brilla la obscuridad. Con cada vez más experiencia y sin repetirse con un Homura Uta o un Zekuu bis, nos ofrecen un conjunto de canciones que siguen de forma lógica los otros dos.




Parece que los ingredientes son iguales, pero el resultado es más pulido, con ambientes cuyos matices son más profundos, como en Akatsuki Yami. Lo sorprendente es la luz y los colores que empiezan a nacer con Monokuro no Keshiki (Los colores intensos que queman dentro de mí / Ahora, libéremoslos).


Sin embargo, aún queda algo de obscuridad en Kuchiki no Tou (La torre del árbol decaído). Retoma el mismo ritmo de la introducción, cerrando el círculo, con ocho minutos de pesadez que explotan con el grito desolador de Tatsurou.



Al igual que The Cure con su trilogía Seventeen Seconds / Faith / Pornography, aunque en un estilo bastante diferente, MUCC llegó después de Kuchiki no Tou a un punto donde ya no podía hundirse más y tuvo que renovarse con el que sería su quinto disco, que dividió a sus seguidores. Sin embargo, fue un mal necesario, y con el paso del tiempo, es lo que da más fuerza a ese conjunto que muchos ven aún como el ápice de su carrera.



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