Tenía dieciséis años cuando una tarde cualquiera, recibí un mensaje a través de MSN de un amigo de la escuela, con un enlace a YouTube para una canción llamada “Fettim Paillu”, de un grupo japonés llamado Koenji Hyakkei (a veces escrito como Koenjihyakkei). Mi cabeza no estaba lista para la salvaje ola de sonido que expulsaban mis audífonos.
Después de darle una escuchada inicial, me sentí abrumado y confundido, pero principalmente intrigado, por lo que reproduje la canción un par de veces más. Miré fijamente la portada, una especie de demonio tocando un instrumento de cuerdas junto a algunos ornamentos típicos de la cultura nipona, aumentando la inmersión de estar escuchando algo lejano, escondido, incluso prohibido.
Poco sabía que ese día fue mi primer acercamiento a una tendencia musical llamada Zeuhl. Quienes no hayan escuchado este término antes, pueden aprender rápidamente de éste al buscar la historia de una banda francesa llamada Magma y a su fundador, Christian Vander.
El Zeuhl es una variante del rock progresivo muy impredecible, irreverente y explosivo, con estructuras largas y armonías abrasivas, acompañadas de una voz frenética que salta de lugares tranquilos a gritos desgarradores, cantados en un lenguaje ficticio creado por Vander llamado Kobaïan.
Hablar del Zeuhl y su creador amerita un artículo en sí mismo, pues Magma consta de quince álbumes de grabación y la evolución de su banda ha ido fuertemente ligada a cómo las audiencias han respondido ante este peculiar estilo. Lo más importante por el momento es que Tatsuda Yoshida (baterista, vocalista y líder de KH) es uno de los exponentes más grandes del Zeuhl japonés desde los ochenta con este proyecto y con otro de similar reconocimiento, llamado Ruins.
Las canciones de esta banda están plagadas de ritmos atípicos e irregulares, asegurando una sensación de mareo y la inevitable pregunta en nuestras cabezas: “¿Qué carajo es esto?”.
El juego entre voz femenina y masculina, a veces en un estilo operático mientras saltan entre disonancias, alaridos de dolor y desesperación, con un piano navegando entre diferentes tonalidades y armonías, moviéndose tan rápido entre ellas como si estuviera corriendo detrás de las frenéticas voces y la rapidez de la batería. Al oído poco entrenado le podría parecer que estuvieran tocando improvisaciones libres y sin sentido, pero resulta aterrador pensar en que todos sus temas están escritos meticulosamente y ensayados con precisión quirúrgica.
Escuchar uno de sus álbumes completos puede resultar una tarea algo exhaustiva o una experiencia envolvente, dependiendo de tu paciencia, tu sentido del humor y qué tan dispuesto estés a sumergirte en la retorcida cabeza de Yoshida. Cuentan con cinco álbumes de larga duración y cuatro DVD’s de sus mejores conciertos.
Koenji Hyakkei es una de esas entidades tan descabelladas y excéntricas que son inmediatamente alienantes para las personas que no están acostumbradas al lado más vanguardista/experimental del jazz y el rock progresivo.
En un par de ocasiones tuve la idea de compartir este proyecto con algunos amigos, de los cuales algunos quedaron tan intrigados como yo mientras que otros expresaron disgusto y repulsión. Un amigo lo llamó música pretenciosa, ejecutada por músicos que no son de este mundo. Dicho de otra manera, es una banda que odias o amas.
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