Lázaro Cristóbal Comala es el proyecto en solitario de Daniel Azdar, al mismo tiempo es su alter y su mejor manera de conjugar sus dos pasiones: la música y la literatura. El duranguense inspirado por Johnny Cash, Juan Rulfo y el Lazarillo de Tormes parece tener claro el mensaje que intenta transmitir a través de este proyecto y ¿Qué otro podría ser, teniendo tales antecedentes, más que la orfandad, el desgarro y la soledad?
“Valiente Valentina
Cuando me muera te dejaré a Luvina
Cuando te crezca la sangre
Será mejor tu vida
(…)
Una enfurecida lucha en la que andamos
Que no llueva cada que sea tu cumpleaños
Que haya más pa’ ti
En el futuro que en el pasado”
(La lucha en la que andamos)
Este proyecto lanzó su primer álbum en 2014 y desde entonces no ha parado, entre sencillos y discos completos, Azdar le ha dado voz propia a Lázaro, aun cuando sea este último el encargado de la interpretación, las letras se encuentran estrechamente relacionadas con Daniel como persona. Su álbum titulado Samuel, dedicado al padre del compositor ha dejado en claro el fuerte sentido de transparencia que este proyecto intenta trasmitir.
“¿Quién decide el derrumbe?
¿Quién decide quién puede dormir y quién no?
Un domingo aburrido que huele a suicidio
Una oportunidad para no ser tú mismo”
(The Ballad of Bono Corona)
Sin grandes y ostentosos arreglos, aunque en una curiosa oscilación entre ritmos movidos y lentos, con letras que reflejan escenas cotidianas de soledad y desamparo en voz vulnerable —aunque lejana a la fragilidad— así es el estilo folk/country expuesto en Samuel y en las dos producciones anteriores de Lázaro Cristóbal Comala.
Quizá la peculiaridad de este disco es el sentido narrativo del orden de las canciones. Partiendo de “La Tornaboda” que es más bien de tono esperanzador y divertido, para empezar inmediatamente después con el descenso por la tristeza sin poses con “Estar sobrio”, “Estoy Poniendo Todo de Mi Parte”, “Samuel”, “Canción al Bupropión”, “La Lucha en Que Andamos”, ”Fin de Raza”, “Niños Tristes de Durango”, “La Amargura” y “The Ballad of Bono Corona”.
“Escogí el árbol, colgué la soga
Y oí a los perros
Ladrar a deshoras
Pues mi volcán se ha apagado
Pero ha dejado con fuego mi paso
(…)
No me voy; me cambio de sombra
Di un paso al pasado
Y el otro cantando
Para llegar aquí”
(La amargura)
Lázaro revisita los episodios difíciles en la vida de Daniel, en la vida que comparten y a la que están irremediablemente unidos; canta no sin dolor pero con evidente resignación, como quien ya no tiene que demostrarle nada a nadie porque sabe que lo ha intentado todo, sabe en el fondo que no hay vuelta atrás porque su distimia se quedará, su padre no volverá y su novia no cambiará de parecer.
“Ganaste
Desde que tus pasos
Dejaron de llevarte a mi dirección
(…)
Desde que apostaste que crecer separados
Sería la solución”
(Fin de Raza)
Aun en medio del descenso y la orfandad, Lázaro y Daniel encuentran puertas de salida, esperanzas para sí mismo y para terceros y no temen mostrarlas a través de la música y la literatura. Como las obras de sus autores favoritos, el desenlace puede que no sea del todo dulce pero es liberador y con eso le basta.
“Tengo la certeza de que por amor
A uno de los dos le irá mejor”
(Estar Sobrio)
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