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Nat King Cole: la atracción del extranjero

“Dime si me quieres cómo yo te quiero,

Si de mí te acuerdas como yo de ti”



Cuando en 1958 Nat King Cole, uno de los pianistas más aclamados de su generación y una de las voces más queridas del jazz, lanzó un disco recopilatorio de canciones en español fue una gran sorpresa, aunque las críticas no fueron realmente favorecedoras —neutrales, cuando no malas— ciertamente encontró mercado en Latinoamérica. Pero, cuando este fue el primero de una trilogía —Cole Español, A Mis Amigos, More Cole Español— que lo introduciría a un público realmente eufórico, muchos quedaron desconcertados.

Los tres álbumes corrieron con una suerte similar, recibiendo tres estrellas y media de parte de AllMusic y solo una de The Rolling Stone Jazz Record Guide. El hecho de que ninguno de los discos en español de Cole fuera bien recibido por la crítica de habla inglesa, por lo menos en aquel entonces, nos habla de lo alejada que se encontraba la propia percepción de los críticos de la música que no fuera la producida en su país de origen.


Este desinterés no se debía a la falta de oportunidades de inmiscuirse en otras culturas musicales, sino por el simple hecho de detestar no entender. Muestra de ello fue la necesidad de etiquetar como “música del mundo” todo aquello proveniente de mercados extranjeros, advirtiendo sobre aquellas pistas que no podrían comprender inmediatamente y que, entonces, eran descartadas por el público adepto a los productos nacionales.


Los comentarios lanzados por algunas revistas de música reconocían la producción de los álbumes, pero criticaban al cantante que aprendía las letras de manera fonética, sin entender exactamente lo que decían, y que cantaba (en palabras de varios críticos palabras) “con una pronunciación sin estilo”.


Aun con estas revisiones, el trabajo de Cole fue enormemente estimado a nivel internacional demostrando el aprecio: de los hispanohablantes por el esfuerzo de hablar su idioma y del público de otras regiones por ser la fluida y suave voz de Cole la que interpretara los temas.



Esta incursión en el mercado latinoamericano se dio con un total de treintaicinco covers de canciones bien conocidas por este púbico entre las que destacan: “Cachito”, “El bodeguero”, “La Mañanitas”, “Suas maos”, “Perfidia”, “Ansiedad”, “Solamente una vez”, “Piel Canela”, entre otras. Aunque seguramente las más recordadas sean “Quizás, quizás, quizás”, “Te quiero, dijiste” y “Aquellos ojos verdes”, esto por su aparición en el aclamado filme de año 2000 del cineasta Wong Kai-Wai, In The Mood For Love.


La seductora voz de Cole lleva al oyente por una serie de sentimientos que cuesta creer que realmente son adivinados. Los críticos calificaron como debilidad el extraño español que para los hablantes nativos de esta lengua, más allá de despertar ternura y aprecio, contiene una calidez de extranjero.


Al igual que el protagonista de la película, Cole canta enamorado de un recuerdo, vergonzoso como si fuera real la visión del amor que tiene en frente, con la agridulce sensación de haber amado en rojo y verde, con la certeza de no poder volver, con la sonrisa que se posa en la boca cuando ya no hay nada más que hacer.



No en todas las canciones lanzadas se logra un buen nivel de comunicación, aunque la voz de Cole siempre es magnífica. Lo realmente curioso de estos discos es el intento —motivado por cualquier razón— de entender el mercado y la cultura musical de otras regiones teniendo la trayectoria que ya tenía, exponiéndose a la crítica y al rechazo. Seguir buscando su lugar en todas las cosas por las que se sintió atraído, prefiriendo mirar el pasado con amorosa vergüenza y no con febril arrepentimiento.



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