Fotografías: Brenda Rendón
A dos años de pandemia a veces pareciera que todo se detuvo de repente, sin embargo, el tiempo no perdona a nadie y la vida continuó avanzando, aprendimos, crecimos y envejecimos, pero eso no significa que debamos dejar de disfrutar aquello que nos apasiona.
En marzo de 2020, antes de que fuéramos encerrados en cuarentena bajo la promesa de semanas que se convertirían en años, el Beat 803 abrió sus puertas por última vez para recibir el enérgico sonido de Los Viejos, por lo que verlos regresar fue algo simbólico y para celebrar.
La noche era joven y desde las 9 p.m. la gente se encontraba haciendo fila para desempolvar las caderas y bailar el slam. Algunos ataviados con chamarras de cuero, botas, mientras que otros con vans y patinetas, todos estaban listos para liberar la energía en el slam.
Si bien la espera fue algo larga, la emoción continuaba aumentando, varios de los asistentes comentaban que era su primer concierto post pandemia por lo que se encontraban listos para perder el control (con cubrebocas y sana distancia claro está).
Así a las 10:40 de la noche los amplificadores se encendieron, las distorsiones comenzaron a sonar y con un potente sonido Naïveté inauguraba la noche.
Con su sonido enérgico lleno de distorsiones, guturales y solidas bases de bajp y bateria, los poblanos cautivaron a los asistentes con su post-hardcore quienes agitaron la cabeza a su ritmo o se dejaban llevar por los momentos melódicos que brindaban un descanso para digerir lo sucedido.
Con temas como El Cuarzo, Dalt Wisney, Freud Pimienta, la banda hizo un recorrido por su álbum debut, el cual se encuentra disponible en todas las plataformas digitales para su escucha, dejándonos sorprendidos en tan solo 25 minutos.
11:20 de la noche y las pláticas se vieron interrumpidas por un rápido ritmo de batería acompañado de estridentes guitarras: desde Ciudad de México Annapura llegaba al escenario.
Desde los primeros acordes la gente se levantó de sus asientos, poseídos por la energía del punk, se olvidaron de la sana distancia y comenzaron a armar el slam (con cubrebocas claro), con la energía clásica del género.
Con canciones cortas pero llenas de energía y agresividad, que oscilaban entre el punk y el metal, la banda aceleraba el pulso con su sonido, orquestando un caótico show que mínimo te llevaba a agitar la cabeza.
Un show corto pero intenso, pues antes de que nos diéramos cuenta llegó a su fin. con 30 minutos de intensa y caótica energía Puebla se despidió entre aplausos y ganas de más, energía que dejaba al público listo para el platillo principal.
El reloj marcaba ya la media noche, sin embargo, la emoción seguía a tope, pese al show vivido todos continuaban como si nada y al inicio de 1934-1994 nuevamente el slam no se hizo esperar, dos años después los viejos estaban de regreso.
El set fue un recorrido por sus éxitos con temas como Proud to be, Sociedad del miedo, Pequeño Bonsai, Infección Urinaria, Maya E.T., Full Green, los cuales fueron coreados a todo pulmón por los fans, mientras que aquellos que los escucharon por primera vez simplemente se dejaron llevar por la música y el slam.
Algo que siempre ha caracterizado a la banda es no solo su energía en el escenario, la cual como un virus se propaga a todos los presentes, dándote esas ganas de olvidarte de todo y realizar una catarsis mientras la distorsión y la batería suenan a todo lo que da; aparte de la camaradería y buena vibra que hay entre los asistentes que se encuentran en el mismo mood que tú.
Cerca de la una de la mañana, el dúo ya nos había sumergido en un drop al infierno en el cual no importaba tu edad, ocupación, si eras fan, tu primera vez o los problemas, la gente solamente se centraba en disfrutar la música, desempolvar las caderas y bailar el slam.
Sin duda un show que valió cada minuto de espera (tanto de pandemia como ya en el lugar), pues al final de la noche las sonrisas, slam y amigos nos hicieron recordar que no somos tan viejos como pensábamos. Esperamos que su próximo regreso no sea tan largo otra vez.
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